Voto móvil: un impulso multimillonario para reinventar la democracia

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Bradley Tusk, un consultor político conocido por sus tácticas agresivas y su éxito inicial con Uber, encabeza un controvertido esfuerzo para llevar el voto móvil a Estados Unidos. Respaldada por una inversión de $20 millones y en crecimiento, su Mobile Voting Foundation tiene como objetivo aumentar la participación electoral permitiendo a los ciudadanos emitir su voto directamente desde sus teléfonos inteligentes. La iniciativa, construida alrededor del protocolo de código abierto VoteSecure, enfrenta el escepticismo de los expertos en seguridad, pero está ganando terreno en las elecciones locales, con programas piloto ya en marcha en Alaska.

El problema que Tusk pretende resolver

Tusk sostiene que la baja participación electoral, especialmente en las primarias y las elecciones fuera de año, incentiva el comportamiento político extremo. Con sólo un pequeño porcentaje del electorado participando, los funcionarios electos son recompensados ​​por atender a los segmentos más vocales y polarizados de la población. Al hacer que la votación sea más accesible, Tusk cree que puede obligar a los políticos a moderar sus posiciones y abordar preocupaciones públicas más amplias. “Si la participación en las primarias es del 37 por ciento en lugar del 9 por ciento, los incentivos políticos subyacentes para que un funcionario electo cambie lo empujan hacia el medio”, afirma.

La tecnología: VoteSecure

El núcleo del plan de Tusk es VoteSecure, un protocolo basado en criptografía desarrollado en colaboración con el experto en seguridad Joe Kiniry. El sistema permite a los votantes verificar la exactitud de sus boletas y confirmar que sus votos han sido recibidos y registrados. Si bien no es una solución de votación completa por sí sola, VoteSecure está diseñado como un componente backend seguro que puede integrarse a la infraestructura electoral existente. Tusk tiene la intención de impulsar una legislación a nivel municipal y local para poner a prueba el voto móvil en elecciones más pequeñas, comenzando con las juntas escolares y los concejos municipales.

Preocupaciones de seguridad y oposición

A pesar de la confianza de Tusk, la iniciativa enfrenta una fuerte oposición de los principales criptógrafos y expertos en seguridad. Ron Rivest, cocreador del protocolo de cifrado RSA, sostiene que la votación móvil aún no es lo suficientemente segura para su uso generalizado. Critica el enfoque de Tusk de impulsar la implementación en el mundo real antes que una rigurosa revisión por pares y validación científica. “Poner código no es suficiente”, dice Rivest.

David Jefferson, un científico informático especializado en sistemas de votación, se hace eco de estas preocupaciones y enfatiza que ni siquiera una criptografía perfecta puede eliminar todas las vulnerabilidades de la votación en línea. El riesgo fundamental sigue siendo que los dispositivos móviles sean susceptibles a la piratería, el malware y la coerción, lo que hace que la votación segura sea un desafío importante.

El camino a seguir

La estrategia de Tusk es demostrar la viabilidad del voto móvil mediante experimentos a pequeña escala e iniciativas legislativas. Él cree que una vez que la tecnología se vuelva familiar y confiable, la resistencia disminuirá. Su enfoque es similar al de otras innovaciones tecnológicas: empezar poco a poco, probar el concepto y luego ampliarlo.

El éxito de este esfuerzo depende de superar las preocupaciones de seguridad y generar confianza pública. Si Tusk puede demostrar que la votación móvil es segura y confiable, podría cambiar fundamentalmente la forma en que se llevan a cabo las elecciones en los Estados Unidos. Sin embargo, si se explotan las vulnerabilidades o se rompe la confianza, toda la iniciativa podría colapsar.

“Una vez que el genio sale de la botella, no pueden volver a colocarlo, ¿verdad? Eso ha sido cierto para todas las tecnologías en las que he trabajado”. – Bradley Tusk

El futuro de la votación móvil sigue siendo incierto, pero el agresivo impulso de Tusk está obligando a un debate sobre cómo modernizar la democracia en la era digital.